miércoles, 11 de diciembre de 2013

Seguir fingiendo
como vía de escape, como rodeo
para no enfrentar lo que está
más allá, mucho más allá
de la demanda.
Seguir comprendiendo
a medias, a regañadientes,
lo que no aprendo,
y aprehendiendo
el ser que desea
lo que yo deseo
pero más bien
viceversa.
Prisma adverso
desde el cual la obsesión
duda entre la suerte
y la muerte redentora,
solvente de dicotomías,
excelsa maestra de la resolución
por la vía de la nada.
Superstición ignota
que prohibe el actuar
como vía motriz por excelencia,
sino más bien la razón
como salvación de la impureza
de pensarse un ser pensante
entre tanto maremoto vorágine catástrofe
(que, como vemos, incluso,
me prohibe elegir un sinónimo
para expresar la parsimonia
que me atormenta).
Este ceremonial, este parapeto de la indecencia,
desde el cual es tan cierto lo uno
como lo otro,
me evita el despeñar
toda tu humanidad incierta
a fines de mis más bajos
propósitos [despropósitos].
Esta pulcritud del verbo
no es más que un modo de redundar
en el jugar el juego
en el que el actor
         actriz
-ni lo uno 
         ni lo otro-
muere de tanto estar muerto.

lunes, 18 de noviembre de 2013

La transpiración corre por tu cara, infeliz. Te delata. Tu mirada centelleante, tus palpitaciones enfurecidas, tu respiración tan fuerte tan entrecortada tan.
Todo tu cuerpo es una muestra de debilidad ante la Otra. Las manos, torpes, que nada encuentran. Las piernas, tan ajenas, tan inmutables, tan faltas de respuesta. El torso, agitado, ensanchado, cubierto de los vestigios que serán -que son- tu condena.
El discurso zigzagueante, el lenguaje barroco, el tartamudeo, la verborragia trunca, el sentido que insiste, el pronombre que consiste, el velo las fauces el velo.
Ya no hay luces. Caen las ropas. La respiración.
El cuerpo. Tu cuerpo el cuerpo los cuerpos que son tantos que son tan pocos que son nada.
No hay cuerpos.
No hay Cuerpo.
La transpiración corre por tu cara, infeliz. Te delata. Buen día. Aquí no ha pasado nada.
¡Oferta! ¡Oferta!
¡Llévese dos psicofármacos al precio de uno!
Tome, señora, esta pastillita
para cuando le duele la ausencia
del hijo que no tuvo,
de la hija que no extraña.
Tome, señor, este jarabe
para cuando le pica la garganta
de tanto remordimiento.
Tomen niñas, niños,
estos caramelitos
que habrán de ayudarlos a entender
lo que de nada les vale.
Para su vecina, señora, esta pequeña cápsula,
capaz de condensar en cinco miligramos
todo el olvido que necesita
para los sueños que ya nunca tendrá.
Para su empleado, señor,
estas dulces gotas
para que se queje menos
de todo lo que usted le roba.
¡Oferta! ¡Aproveche esta oferta!
¡Llévese dos muertes al precio de una!

jueves, 31 de octubre de 2013

Precede
la sombra al solsticio
que, tan servicial como trunco
nos deja varados
       varadas
a medio camino entre
la muerte y la risa.
Esconde en sí,
en su ceño,
en el medio de su cordura
todo lo ajeno, lo más que impropio,
lo que no se nutre más que de verdades
efímeras,
nimias,
tan fútiles como todo lo cierto.
Tan cierto como lo finito,
como las vueltas bien idas
y lo que no ha ido y ha muerto.
No es la negación ni el pretérito
lo que bebe este silencio,
esta noche trunca,
sino el elixir
el mero elixir
de las palabras.
El pasadizo se acota
         se acata
a cada paso
que no es errado tan solo
porque no existe.
La rueda, la manía del puente
proliferará en vano bajo el yugo
de lo que no puede
   no podrá
no será
nombrado.

martes, 29 de octubre de 2013

Podría calificar lo inclasificable como mero recelo de lo acontecido por fuera de los márgenes. Sin embargo, el silencio no clasifica en lo incalificable de la desidia, de lo sustancial del círculo vicioso que nos deja afuera en la primera vuelta.
Podría catalogar de indecible todo lo que he escuchado en pos de un mayor entendimiento, sin llegar a entender lo dicho ni lo catalogado, en pos de captar lo que se me escapa.
Y sin embargo, la captura de lo innombrable cala tan hondo, que otra vez me encuentro tomando la palabra para ocultar el lenguaje; que sin más me encuentro idealizando la inconsistencia para ahuyentar el abismo.
Heme aquí, siendo el rehusamiento de lo que pretendo.

jueves, 1 de agosto de 2013


Y si quisiera
podría sentirte sentir sentirnos
en el abismal abismo
de la noctámbula noche.
Y si pudiera
te diría que el dicho que estás diciendo
también es un hecho que hacemos.
Porque, en todo caso,
si el silencio te silencia,
en el silenciar mismo hay
una especie de acto que estás actuando
porque la noche, vos y la nada.

jueves, 16 de mayo de 2013

El frío avanza
corporizado y punzante,
electrificado y silencioso,
violador y homicida.
Se acuesta a tu lado
para envolverte en sus brazos hediondos
y hundirte en su pecho putrefacto.
Te revuelve el alma,
te retuerce el cuello,
te penetra, te desangra,
te posee, te desgarra.
El frío y su lengua envenenada
te recorren en silencio
hasta lo más hondo.
Te arrancará el corazón,
te arrancará los ojos
y gestará su nada en tu nada misma.
Yo hablo del frío
porque no me atrevo a llamar por su nombre
a la soledad.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Ríe en las sombras
con sus fauces ensangrentadas.
Baila en las sombras
con su miedo, en su jaula.
Muere en las sombras
con su paz de ceguera errada.
Florecerá en su penumbra
un brote de nada.

lunes, 10 de diciembre de 2012


Los aburguesados
que hacen de la locura una rutina,
que visten con trapos
made in Paris,
que predican lo que odian,
oh Libertad.
Los correctos
que intentan jugar al límite
pero siempre más acá
por si las dudas,
por si las trampas.
Los hijos de
que no han sido capaces
de sobrellevar su apellido.
Los patrones,
esos tiranos natos
que se juegan la vida
solo cuando no hay nada en juego.
Los revolucionarios de bolsillo,
los rebeldes de happy hour,
los jovencitos con culpa de clase
que se organizan
y que luchan
hasta la hora del té.

jueves, 6 de diciembre de 2012


            Ernesto sabía que no podía ser así. Esta vorágine de cotidianidades no podía ser lo real, lo verdadero, lo esperado. Siempre hay un más allá, por más allá que estemos, y siempre depende de uno, por más nosotros que seamos. Pero… ¿qué hacer contra tanta muralla humana?
            Se puso la camisa, el pantalón, los zapatos y la corbata, en ese orden, mirando el reloj con desdén, ese aparatito que siempre es más que nosotros. Y ahora sí, lavarse los dientes, hacer el café con leche, tomarlo, volver a lavarse los dientes por las dudas, porque ya sabemos lo que recomiendan los odontólogos. Entonces subirse al auto, arrancarlo, marcha atrás, primera, segunda, la oficina está cerca, porque la gente precavida compra su casa cerca de la oficina o la oficina cerca de su casa.
            Ernesto sabía que no podía ser así, pero de todas formas estaba nuevamente entre esos papeles, entre ese tic tac, entre esas obligaciones de adulto responsable, entre ese llevar el pan a la familia, aunque no tuviera familia porque cuando uno está tan ocupado quién tiene tiempo para eso.
            Desde los 17 años, cuando tuvo que hacerse cargo del negocio familiar (porque antes si tenía una familia; todos tuvimos una familia antes aunque no lo sepamos), estaba a la espera de ese volantazo, de esa mágica aparición de lo fantástico. Pero claro, veinte años esperando quizás sea mucho tiempo. La espera es algo que nos consume, porque de nada vale esperar si uno no tiene el coraje de ir en búsqueda de lo que espera, porque claro que las cosas tienen movimiento, pero si uno está estático esperando que su movimiento las alcance, bueno, las cosas no son estúpidas.
            ¿Darle fin a su existencia? ¿Hay alguna diferencia entre ponerle fin a una existencia o seguir existiendo en ella de manera pasiva? ¿No es eso acaso el fin, el que nunca tuvo comienzo?
            Cinco de la tarde, fin de la jornada laboral, y entonces al bar de siempre, a la cerveza fría, a la cerveza amarga, como premio consuelo entre tanta soledad, como cerveza rutina que se apodera primero de la garganta y luego de todo el espacio. Llegar a casa, hogar dulce hogar, hogar guarida, hogar prisión, hogar desconsuelo. La televisión, el principio del final y subir el volumen para opacar el silencio.
            Ernesto sabía que no podía ser así, pero aún así se sacó la corbata, los zapatos, el pantalón y la camisa, en ese orden, y se dispuso a sus ocho-horas-descanso después de telefonear a la oficina para decirle a una máquina contestadora que se fueran todos al carajo.
            Al otro día llegó más temprano que de costumbre al trabajo, para borrar ese pérfido mensaje, y se dispuso a continuar con el papeleo.

viernes, 16 de noviembre de 2012


Pérfida soledad
que emana hastío,
que revuelve el estómago
por las noches,
por las dudas.
Por las trampas que se tejen
brindo entre sorbo y sorbo,
entre miedo y polvo,
entre desnudez y disfraz.
Implora el hombre,
llora por el Verbo.
El diccionario nos enseña
que la palabra nunca
podrá explicar.
Por eso somos
nada más que un anhelo de puente,
un conglomerado de deseos,
el hambre voraz.
No hay remedio en el mundo
que vaya a regalarte la paz.

jueves, 4 de octubre de 2012


El simple pecado
de bajar la vista 
en señal de entereza.
La vieja costumbre
de recorrer palacios
gritando tu nombre.
El silencio vano
que perfora la noche
en mágica ruptura.
El acorde voraz
que mastica lo que toca
y ama lo que tiembla.
El paisaje estéril
hecho de recuerdos
que entorpecen.
La sombra inmensa
que recorre tu cuerpo
cuando se rompe el Verbo.
La luz divina
que enaltece todas
las cosas que no fueron.
La triste paradoja
de escribirte
sabiendo que no debo.
La realidad es el síntoma
que construimos por temor 
al infierno.

viernes, 28 de septiembre de 2012


Estéril se vuelve la peregrinación infinita.
Era un día como otros, si es que tal cosa existe. Era lavarse los dientes y salir a la calle. Era rutina y pan duro. Era la inmovilidad total, de tanto correr en círculos.
Presurosa mano recorriendo su cuerpo. En silencio. Inexperta.
Eternidad que espera en vano, con la ventana abierta.
El crepúsculo, siempre alerta, susurrando al oído las verdades que trae el odio.
La sonrisa, la máscara feliz, el risueño letargo, el nombre impropio, la inexistencia del olvido,
las bodas de plata, la atrocidad de la nada, la austeridad del engaño.
La sangre roja. El corazón que se escapa.
Tic
tac.

martes, 17 de julio de 2012


Gracias por volver
a estancarme entre recuerdos.
¿Será tu voz el maleficio?
Canto de chamanes que me arrastra, 
hasta arrojarme sobre la tierra
que va adueñándose de mi garganta,
que va arrancándome las cuerdas vocales,
que va devolviéndome adonde pertenzco.


Gracias por volver
y revolverme en este silencio,
donde las únicas palabras que importan
son las que no se dicen,
las que se clavan en el tiempo
y van devorándose mis entrañas,
poco a poco y dolorosamente.


Este saco vacío,
al que algunos llaman cuerpo, 
se agita ante la sola presencia
de algo que se parezca a alguien,
de alguien que pueda obligarme
a deshacerme de esta certeza.


No puedo quejarme
sino de lo que no admite quejas.

viernes, 25 de mayo de 2012


Fantasear en el vacío,
en la agonía crepuscular,
y treparse a la cúspide de la estupidez
estirando la mano, buscando
el contacto, la fricción,
la calidez, el hastío,
lo vano, lo superfluo, lo cotidiano.


Construir un parapeto
para aferrarse al momento que no existe,
a la sombra de un gesto,
y así decir que no,
que no hay desolación, que no hay desorden,
que no es ficción.


Altruismo, escepticismo, novedad,
sospecha, anhelo, patetismo;
cóctel precioso, inyección, consuelo,
caída, fijación, soledad.


Despertarse y ser uno mismo.
Morirse y ser uno mismo.
Vivirse sin ser.

lunes, 2 de abril de 2012

No quiero repetir lo que ya dije. Y sin embargo repito lo hecho. Revuelvo en los errores de antaño, me relamo la sangre de los tropezones y caídas, y me atrae chocar contra la pared, rodar por el vacío y sentirme un corpúsculo perdido en el infinito del tiempo. Me gusta dar la nota, desafinar en todos los tonos y desentonar en el ocaso. Me gusta no pedir perdón y construir muros de orgullo, convertirme en un ego demoledor con sed de humillación póstuma. Me abrigo de sospechas y salgo a dar caza a mis más pueriles intenciones, derribando todo lo que se ponga a mi paso. Me divierte el infantilismo de autoconvencerme de que tengo razón. No me importa el sufrimiento ajeno si eso me permite sonreir por un instante, y me levanto de las cenizas del resto, me convierto en fuego con el que nadie se atreve a jugar.
Pero entonces llega la noche y el humo que entra por mi garganta me quema de arrepentimiento.
Estoy ardiendo.

sábado, 24 de marzo de 2012

Errando el paso tras la niebla quizás encuentre las puertas abiertas. Trastabillar no es tan grave si al final del ocaso espera la verdad agazapada, punzando, quitando la respiración.
Este cuerpo inerte debajo mío no es más que una excusa para evitar la nada, pero parece particularidad del vacío el hacerse más grande al querer sortearlo.
Invitaciones a la sombra, invitaciones epistolares que cumplen todos los requisitos formales del hastío. Como querer hacer la revolución desde un hotel cinco estrellas. Como querer acabar con la soledad refugiándose en los libros.
Prohibir las palabras, arremeter contra el diccionario, contra la gramática, asesinar la ortografía, la coherencia. Este lenguaje cementerio no me permite decirte. El signo me crucifica. El verbo me define y me arranca las cuerdas vocales.
Quiero cruzar el puente, pero solo puedo decir que quiero cruzarlo mientras me mantengo acá, estática, observando lo que va y no viene, lo que se va y no me lleva.
Yo creía que hablaba en la madrugada, cuando en realidad ella hablaba a través de mí. Triste marioneta vomitando letras sobre papeles tan efímeros como el momento del alba. Nada de lo que digo es mío.
La felicidad no me salió por la boca ni me entró por la nariz, y la rueda sigue girando.
El amanecer siempre es torniquete para los que queremos ver lo que no se puede ver.
Era la noche. Era la vida. Era tanta vida exhalando muerte.

viernes, 3 de febrero de 2012

A fin de cuentas, sos la noche y te tengo miedo. 
No puedo mirarte a los ojos sin querer eternizarte en mi altar, pero es sabido que todos los simples mortales tememos a los dioses casi tanto como a las palabras y a las miradas. 
Sos el puñal y la herida, sos la sangre que brota de mi garganta cada vez que pronuncio tu nombre, ahogándome.
Poco importa. Beber veneno también calma la sed. ¿Me permitirías lamer tus pies?

viernes, 27 de enero de 2012

Llega un momento en el que las voces se extinguen, el rumor de la ciudad se apaga y todo parece estar bien. Pero no, las cosas solo pueden estar en orden para aquellos que aún no se dieron cuenta de que millones de vidas eternas jamás alcanzarían.
Me miro en los cristales rotos y pienso si esto soy yo, si este cúmulo de piel y huesos realmente tiene algo que ver conmigo. ¿Podrá leerse en mi espalda la fascinación que me provoca la noche? ¿Se ve en mis manos que no creo que haya algo más perfecto que el silencio?
La primera vez que contemplé el amanecer, la primera sonrisa que devolví con ganas, el dolor desgarrador en el pecho ante el primer contacto con la muerte, la primera vez que no pude poner en palabras lo que llevaba dentro, momentos perdidos en el cosmos, eternidades que palpitan en algún lugar lejano.
Cuando yo me vaya, cuando solo quede de mí una biblioteca que me alimentó desde el nacimiento y una guitarra que me salvó de morir de insomnio, cuando ya no pueda dar el paso hacia los brazos que siempre me estuvieron tendidos y nunca tuve el coraje de corresponder, cuando los crepúsculos se sigan sucediendo uno tras otro sin añorar mi presencia, ¿dónde podré encontrarme?
De nada sirven estas hojas malgastadas. No puedo salvarme del tiempo.

jueves, 5 de enero de 2012

Me mirás desde el crepúsculo,
allá, del otro lado, o quizás
del otro tiempo.
Todo se confunde mientras la oscuridad cae
y otra vez olvido darle cuerda a los relojes.
Claro que no es casual
este desdén por el minutero y su sonata de tic-tacs.
Tampoco es casual que la nostalgia
llegue justo cuando tu nombre
se me cruza entre párpados y oídos,
entre la borra del vino y el humo.
El suplicio eterno de recordarte
en cada detalle, en esa nimiedad
que cae como un relámpago
y me retuerce.
Esta humanidad que ya no tiene identidad
ni, mucho menos, fundamento
dejará de buscarte debajo de las copas
y dentro de los armarios
cuando el eclipse así lo dicte
y los ciclos lunares ya no importen,
ni tampoco los lunares
ni tampoco los perfumes.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Melodrama matutino, desayuno amargo,
tus palabras y los bizcochos húmedos,
tus reproches y el reloj.


Y otra vez, y de nuevo
cantando en el amanecer
porque quizás alguna melodía
pueda hacerte callar, y así tal vez
este cuarto de hora,
aquella eternidad,
logren ser más que un mero deslizarse
entre mis ganas y tus nadas,
entre mi anhelo y tu antifaz.


Es hora, la rutina, se hizo tarde.
Probablemente cuando vuelvas
o cuando yo pueda regresar de mi vuelta eterna
nos encontraremos en la misma mesa,
en el mismo altar,
para volver a ser dioses disputando
las razones que no tenemos,
buscando los silencios, los respiros,
los boletos de ida,
los nunca jamás.

martes, 13 de diciembre de 2011

¿Se romperá el caparazón?
La primavera a mis pies,
el mundo llamándome,
la sombra perfecta.
Armaduras, muros, corazas,
hechos de palabras y silencios
(o quizás sean lo mismo).

Se arrastra el tiempo debajo de mis pies,
se arrastra y me suplica.
Fulgura su llanto entre tanta certeza.
Se arrodilla y me pregunta
¿cuánto falta, por favor, cuánto falta?
El tiempo quiere llegar.
Yo quiero ver la noche.

Libros, números, paroles, estrellas,
alcohol, intriga, humo, guitarras,
pero nada alcanza.
Lo que espero no se puede nombrar.
Está detrás de la luna.
Está afuera del caparazón.
Está al alcance de la mano.

Me quiero ir, anhelo el adiós.
Que la armadura se oxide,
que el crepúsculo deje de importarme,
que la noche me deje libre.
No quiero mirarte de nuevo a los ojos,
ni verme en ellos,
ni saber quién soy.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Este velo sobre las fauces del alma,
esta noche decidida a quebrarme la voz,
estos pretéritos convertidos en pretextos,
este cúmulo de indescifrables mensajes,
esa necesidad de pisotearme las entrañas,
estas ganas de tener voz,
esta ruina en la que me convertí,
esta soledad que me sofoca,
esa partitura resquebrajada,
este guión imposible de seguir,
esa rectitud que nunca alcanzo,
esa sobriedad que anhelo,
este papel que quiere decir lo que no grito,
este momento
eterno.
Esta cabeza que se agacha
para que así me puedas nombrar
sin miedo de encontrarte con esto que soy.
Esta sonrisa que dibujo
solo para acercarme sin necesidad de sombras.
Ese poema que rompo cada vez que escribo
para que nunca llegues a mirarme
sin el antifaz.

Ha llegado la hora; el mundo me observa,
me tiene entre ceja y ceja.
Tendré que bailar.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Llega la marca en el calendario, el cumplimiento de los trescientos sesenta y cinco días junto con el baldazo de realidad. Llega el día que rememora el momento efímero de felicidad que me agujereó el pecho.
Cada segundo entre estos dos crepúsculos se encargó de quitarme una cucharada de alma, y fui perdiendo el  aliento al correr tras [el lunar de] tu espalda. Por eso quizás siento que no puedo quitarme el sabor amargo después de tanto morder el polvo. 
Después de abdicar ante tu altar, cuesta ponerse en pie, acomodarse los huesos helados y dar el salto. Aunque, claro, es muy fácil pronunciarme en contra de tu recuerdo y descorchar festejos como si nada pasara. Claro que es fácil jugar los juegos de siempre con total desenvoltura.
Lo realmente complicado es entregarme a la literatura sin que algún personaje me deje tu nombre atravesado en la garganta.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El caparazón madura cuando se interioriza el rol del insensible. Empezás a creer en tu mente de anfibio que ya no te importa el dolor de tu alma, esa herida cómica que generalmente sacude el pecho y produce desvelo los días de semana. Pero de repente, en tu suave burla al cosmos, te encontrás en el balcón de un cuarto piso pensando en las banalidades de siempre, y notás que hay algo que te corre por la cara, una sustancia desconocida con un cálido gusto a sal. Entonces te percipitás hacia el espejo y descubrís que no es producto de una pestaña o un insecto que, con las peores intenciones, se introdujo en tu cavidad ocular, sino que el líquido que estás vertiendo por todos lados proviene de un poco más adentro, proviene de darte cuenta de que el reloj está a punto de apuñalarte por la espalda. En un grito desesperado el intento por deshacerte de tu armadura choca contra tus propios linfocitos emocionales; suena la alarma y el caos estalla por doquier. Resulta que estás vivo sin saber por qué.