domingo, 25 de abril de 2010

Gatillar el destino en tu sien tal vez te despierte. Las mitologías pesan al paso si no se destapa el caso. Un poco de luna no cae en tus brazos por casualidad. ¿Vas a dejar que se escape? ¿Vas a dejar que me escape?

jueves, 8 de abril de 2010

El humo enredándose en tu pecho se vuelve néctar para el azar. Apostás de nuevo a esa irrealidad, a la cabeza. Todo pasa fugazmente entre una pitada y la otra, y las miradas lo dicen todo: estás a punto de deshacerte. Ya no podés correr tras esa carnada; estás viejo, cansado y de mal humor. ¡Claro! Los pesares se acrecientan a cada derrota.
Ella abre sus ojos, y no estás para verlo. Te fuiste, te acurrucaste en un rincón a llorar como un idiota, arrepintiéndote de tu cobardía. Luchas en tu fuero interno: ¡qué más da! El mundo exterior es mucho peor, no querés saber nada de eso; quizás te quede una pizca de felicidad en tu locura.
Los colores se desintegran, pero ya nada te duele. La agonía se trasnforma en canela; el frío en corazas. El silencio nutre tu ego, y pensás que tu voz es la única, la universal.
Por fin, después de siglos de tortura, tuviste la cordura de gritar.