lunes, 28 de noviembre de 2011

Este velo sobre las fauces del alma,
esta noche decidida a quebrarme la voz,
estos pretéritos convertidos en pretextos,
este cúmulo de indescifrables mensajes,
esa necesidad de pisotearme las entrañas,
estas ganas de tener voz,
esta ruina en la que me convertí,
esta soledad que me sofoca,
esa partitura resquebrajada,
este guión imposible de seguir,
esa rectitud que nunca alcanzo,
esa sobriedad que anhelo,
este papel que quiere decir lo que no grito,
este momento
eterno.
Esta cabeza que se agacha
para que así me puedas nombrar
sin miedo de encontrarte con esto que soy.
Esta sonrisa que dibujo
solo para acercarme sin necesidad de sombras.
Ese poema que rompo cada vez que escribo
para que nunca llegues a mirarme
sin el antifaz.

Ha llegado la hora; el mundo me observa,
me tiene entre ceja y ceja.
Tendré que bailar.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Llega la marca en el calendario, el cumplimiento de los trescientos sesenta y cinco días junto con el baldazo de realidad. Llega el día que rememora el momento efímero de felicidad que me agujereó el pecho.
Cada segundo entre estos dos crepúsculos se encargó de quitarme una cucharada de alma, y fui perdiendo el  aliento al correr tras [el lunar de] tu espalda. Por eso quizás siento que no puedo quitarme el sabor amargo después de tanto morder el polvo. 
Después de abdicar ante tu altar, cuesta ponerse en pie, acomodarse los huesos helados y dar el salto. Aunque, claro, es muy fácil pronunciarme en contra de tu recuerdo y descorchar festejos como si nada pasara. Claro que es fácil jugar los juegos de siempre con total desenvoltura.
Lo realmente complicado es entregarme a la literatura sin que algún personaje me deje tu nombre atravesado en la garganta.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El caparazón madura cuando se interioriza el rol del insensible. Empezás a creer en tu mente de anfibio que ya no te importa el dolor de tu alma, esa herida cómica que generalmente sacude el pecho y produce desvelo los días de semana. Pero de repente, en tu suave burla al cosmos, te encontrás en el balcón de un cuarto piso pensando en las banalidades de siempre, y notás que hay algo que te corre por la cara, una sustancia desconocida con un cálido gusto a sal. Entonces te percipitás hacia el espejo y descubrís que no es producto de una pestaña o un insecto que, con las peores intenciones, se introdujo en tu cavidad ocular, sino que el líquido que estás vertiendo por todos lados proviene de un poco más adentro, proviene de darte cuenta de que el reloj está a punto de apuñalarte por la espalda. En un grito desesperado el intento por deshacerte de tu armadura choca contra tus propios linfocitos emocionales; suena la alarma y el caos estalla por doquier. Resulta que estás vivo sin saber por qué.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Hoy un hijo hostil hermanará la horda tras el horror. La historia es histriónica cuando de humildad se trata. Horas heladas tras el humor hereje habremos de honrar sin huir. Hortalizas sin herrajes hartarán el hosco habitáculo. Horrible hedor hiperbólico hurtaremos del hastío. ¿Hincarás tu hocico en mi hoguera cuando haya que hacer de huesos los halos? Holgazán de lo intenso, harás hincapié en tu huidiza honestidad y no hallarás hermosura. No hallarás nada.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Avanza por la avenida eterna el decorador de amaneceres. Vendrá a quitarnos la noche de las entrañas, y a hacernos creer que sólo necesitamos la luz para desenvolvernos en esta vorágine cotidiana. Preparemos las armas, obstruyamos el paso. No podemos permitir el fin de esta luna, porque cuando ella se esconda, cuando se desgarre en pleno día, se desenlazarán las piernas, se partirá el secreto en dos mitades imposibles de volver a encastrar. Con el amanecer vendrán las noticias y las muertes, la súbita sobriedad del par de medias recién lavado y el olor a perfume rancio. No hay preparación posible para tanta realidad.
La soledad de la noche nunca es soledad verdadera. Nunca lo será mientras haya poesía.