miércoles, 21 de diciembre de 2011

Melodrama matutino, desayuno amargo,
tus palabras y los bizcochos húmedos,
tus reproches y el reloj.


Y otra vez, y de nuevo
cantando en el amanecer
porque quizás alguna melodía
pueda hacerte callar, y así tal vez
este cuarto de hora,
aquella eternidad,
logren ser más que un mero deslizarse
entre mis ganas y tus nadas,
entre mi anhelo y tu antifaz.


Es hora, la rutina, se hizo tarde.
Probablemente cuando vuelvas
o cuando yo pueda regresar de mi vuelta eterna
nos encontraremos en la misma mesa,
en el mismo altar,
para volver a ser dioses disputando
las razones que no tenemos,
buscando los silencios, los respiros,
los boletos de ida,
los nunca jamás.

martes, 13 de diciembre de 2011

¿Se romperá el caparazón?
La primavera a mis pies,
el mundo llamándome,
la sombra perfecta.
Armaduras, muros, corazas,
hechos de palabras y silencios
(o quizás sean lo mismo).

Se arrastra el tiempo debajo de mis pies,
se arrastra y me suplica.
Fulgura su llanto entre tanta certeza.
Se arrodilla y me pregunta
¿cuánto falta, por favor, cuánto falta?
El tiempo quiere llegar.
Yo quiero ver la noche.

Libros, números, paroles, estrellas,
alcohol, intriga, humo, guitarras,
pero nada alcanza.
Lo que espero no se puede nombrar.
Está detrás de la luna.
Está afuera del caparazón.
Está al alcance de la mano.

Me quiero ir, anhelo el adiós.
Que la armadura se oxide,
que el crepúsculo deje de importarme,
que la noche me deje libre.
No quiero mirarte de nuevo a los ojos,
ni verme en ellos,
ni saber quién soy.