lunes, 18 de noviembre de 2013

La transpiración corre por tu cara, infeliz. Te delata. Tu mirada centelleante, tus palpitaciones enfurecidas, tu respiración tan fuerte tan entrecortada tan.
Todo tu cuerpo es una muestra de debilidad ante la Otra. Las manos, torpes, que nada encuentran. Las piernas, tan ajenas, tan inmutables, tan faltas de respuesta. El torso, agitado, ensanchado, cubierto de los vestigios que serán -que son- tu condena.
El discurso zigzagueante, el lenguaje barroco, el tartamudeo, la verborragia trunca, el sentido que insiste, el pronombre que consiste, el velo las fauces el velo.
Ya no hay luces. Caen las ropas. La respiración.
El cuerpo. Tu cuerpo el cuerpo los cuerpos que son tantos que son tan pocos que son nada.
No hay cuerpos.
No hay Cuerpo.
La transpiración corre por tu cara, infeliz. Te delata. Buen día. Aquí no ha pasado nada.
¡Oferta! ¡Oferta!
¡Llévese dos psicofármacos al precio de uno!
Tome, señora, esta pastillita
para cuando le duele la ausencia
del hijo que no tuvo,
de la hija que no extraña.
Tome, señor, este jarabe
para cuando le pica la garganta
de tanto remordimiento.
Tomen niñas, niños,
estos caramelitos
que habrán de ayudarlos a entender
lo que de nada les vale.
Para su vecina, señora, esta pequeña cápsula,
capaz de condensar en cinco miligramos
todo el olvido que necesita
para los sueños que ya nunca tendrá.
Para su empleado, señor,
estas dulces gotas
para que se queje menos
de todo lo que usted le roba.
¡Oferta! ¡Aproveche esta oferta!
¡Llévese dos muertes al precio de una!