viernes, 22 de octubre de 2010

Errante es el silencio que amuralla los sentidos. Quimeras sin tiempo trazan un norte, pero los segundos gotean sobre el cuerpo y lo amedrentan. Llegará un día, quizás. Llegará. Y el puñal se vuelve relojes de arena; la cicuta son miedos y palabras mudas.
El nudo de verdades en la garganta ahogaría a cualquiera. Gritar es el hilo de cordura que devolvería la mente a su lugar. Pero las verdades están prohibidas en este teatro. Esta prohibido quitarse el antifaz.
Nada me importa -repito-, que en el lugar no haya un alma. Nada me importa volverme cenizas de soledades al viento. Nada me importa...