lunes, 10 de diciembre de 2012


Los aburguesados
que hacen de la locura una rutina,
que visten con trapos
made in Paris,
que predican lo que odian,
oh Libertad.
Los correctos
que intentan jugar al límite
pero siempre más acá
por si las dudas,
por si las trampas.
Los hijos de
que no han sido capaces
de sobrellevar su apellido.
Los patrones,
esos tiranos natos
que se juegan la vida
solo cuando no hay nada en juego.
Los revolucionarios de bolsillo,
los rebeldes de happy hour,
los jovencitos con culpa de clase
que se organizan
y que luchan
hasta la hora del té.

jueves, 6 de diciembre de 2012


            Ernesto sabía que no podía ser así. Esta vorágine de cotidianidades no podía ser lo real, lo verdadero, lo esperado. Siempre hay un más allá, por más allá que estemos, y siempre depende de uno, por más nosotros que seamos. Pero… ¿qué hacer contra tanta muralla humana?
            Se puso la camisa, el pantalón, los zapatos y la corbata, en ese orden, mirando el reloj con desdén, ese aparatito que siempre es más que nosotros. Y ahora sí, lavarse los dientes, hacer el café con leche, tomarlo, volver a lavarse los dientes por las dudas, porque ya sabemos lo que recomiendan los odontólogos. Entonces subirse al auto, arrancarlo, marcha atrás, primera, segunda, la oficina está cerca, porque la gente precavida compra su casa cerca de la oficina o la oficina cerca de su casa.
            Ernesto sabía que no podía ser así, pero de todas formas estaba nuevamente entre esos papeles, entre ese tic tac, entre esas obligaciones de adulto responsable, entre ese llevar el pan a la familia, aunque no tuviera familia porque cuando uno está tan ocupado quién tiene tiempo para eso.
            Desde los 17 años, cuando tuvo que hacerse cargo del negocio familiar (porque antes si tenía una familia; todos tuvimos una familia antes aunque no lo sepamos), estaba a la espera de ese volantazo, de esa mágica aparición de lo fantástico. Pero claro, veinte años esperando quizás sea mucho tiempo. La espera es algo que nos consume, porque de nada vale esperar si uno no tiene el coraje de ir en búsqueda de lo que espera, porque claro que las cosas tienen movimiento, pero si uno está estático esperando que su movimiento las alcance, bueno, las cosas no son estúpidas.
            ¿Darle fin a su existencia? ¿Hay alguna diferencia entre ponerle fin a una existencia o seguir existiendo en ella de manera pasiva? ¿No es eso acaso el fin, el que nunca tuvo comienzo?
            Cinco de la tarde, fin de la jornada laboral, y entonces al bar de siempre, a la cerveza fría, a la cerveza amarga, como premio consuelo entre tanta soledad, como cerveza rutina que se apodera primero de la garganta y luego de todo el espacio. Llegar a casa, hogar dulce hogar, hogar guarida, hogar prisión, hogar desconsuelo. La televisión, el principio del final y subir el volumen para opacar el silencio.
            Ernesto sabía que no podía ser así, pero aún así se sacó la corbata, los zapatos, el pantalón y la camisa, en ese orden, y se dispuso a sus ocho-horas-descanso después de telefonear a la oficina para decirle a una máquina contestadora que se fueran todos al carajo.
            Al otro día llegó más temprano que de costumbre al trabajo, para borrar ese pérfido mensaje, y se dispuso a continuar con el papeleo.

viernes, 16 de noviembre de 2012


Pérfida soledad
que emana hastío,
que revuelve el estómago
por las noches,
por las dudas.
Por las trampas que se tejen
brindo entre sorbo y sorbo,
entre miedo y polvo,
entre desnudez y disfraz.
Implora el hombre,
llora por el Verbo.
El diccionario nos enseña
que la palabra nunca
podrá explicar.
Por eso somos
nada más que un anhelo de puente,
un conglomerado de deseos,
el hambre voraz.
No hay remedio en el mundo
que vaya a regalarte la paz.

jueves, 4 de octubre de 2012


El simple pecado
de bajar la vista 
en señal de entereza.
La vieja costumbre
de recorrer palacios
gritando tu nombre.
El silencio vano
que perfora la noche
en mágica ruptura.
El acorde voraz
que mastica lo que toca
y ama lo que tiembla.
El paisaje estéril
hecho de recuerdos
que entorpecen.
La sombra inmensa
que recorre tu cuerpo
cuando se rompe el Verbo.
La luz divina
que enaltece todas
las cosas que no fueron.
La triste paradoja
de escribirte
sabiendo que no debo.
La realidad es el síntoma
que construimos por temor 
al infierno.

viernes, 28 de septiembre de 2012


Estéril se vuelve la peregrinación infinita.
Era un día como otros, si es que tal cosa existe. Era lavarse los dientes y salir a la calle. Era rutina y pan duro. Era la inmovilidad total, de tanto correr en círculos.
Presurosa mano recorriendo su cuerpo. En silencio. Inexperta.
Eternidad que espera en vano, con la ventana abierta.
El crepúsculo, siempre alerta, susurrando al oído las verdades que trae el odio.
La sonrisa, la máscara feliz, el risueño letargo, el nombre impropio, la inexistencia del olvido,
las bodas de plata, la atrocidad de la nada, la austeridad del engaño.
La sangre roja. El corazón que se escapa.
Tic
tac.

martes, 17 de julio de 2012


Gracias por volver
a estancarme entre recuerdos.
¿Será tu voz el maleficio?
Canto de chamanes que me arrastra, 
hasta arrojarme sobre la tierra
que va adueñándose de mi garganta,
que va arrancándome las cuerdas vocales,
que va devolviéndome adonde pertenzco.


Gracias por volver
y revolverme en este silencio,
donde las únicas palabras que importan
son las que no se dicen,
las que se clavan en el tiempo
y van devorándose mis entrañas,
poco a poco y dolorosamente.


Este saco vacío,
al que algunos llaman cuerpo, 
se agita ante la sola presencia
de algo que se parezca a alguien,
de alguien que pueda obligarme
a deshacerme de esta certeza.


No puedo quejarme
sino de lo que no admite quejas.

viernes, 25 de mayo de 2012


Fantasear en el vacío,
en la agonía crepuscular,
y treparse a la cúspide de la estupidez
estirando la mano, buscando
el contacto, la fricción,
la calidez, el hastío,
lo vano, lo superfluo, lo cotidiano.


Construir un parapeto
para aferrarse al momento que no existe,
a la sombra de un gesto,
y así decir que no,
que no hay desolación, que no hay desorden,
que no es ficción.


Altruismo, escepticismo, novedad,
sospecha, anhelo, patetismo;
cóctel precioso, inyección, consuelo,
caída, fijación, soledad.


Despertarse y ser uno mismo.
Morirse y ser uno mismo.
Vivirse sin ser.

lunes, 2 de abril de 2012

No quiero repetir lo que ya dije. Y sin embargo repito lo hecho. Revuelvo en los errores de antaño, me relamo la sangre de los tropezones y caídas, y me atrae chocar contra la pared, rodar por el vacío y sentirme un corpúsculo perdido en el infinito del tiempo. Me gusta dar la nota, desafinar en todos los tonos y desentonar en el ocaso. Me gusta no pedir perdón y construir muros de orgullo, convertirme en un ego demoledor con sed de humillación póstuma. Me abrigo de sospechas y salgo a dar caza a mis más pueriles intenciones, derribando todo lo que se ponga a mi paso. Me divierte el infantilismo de autoconvencerme de que tengo razón. No me importa el sufrimiento ajeno si eso me permite sonreir por un instante, y me levanto de las cenizas del resto, me convierto en fuego con el que nadie se atreve a jugar.
Pero entonces llega la noche y el humo que entra por mi garganta me quema de arrepentimiento.
Estoy ardiendo.

sábado, 24 de marzo de 2012

Errando el paso tras la niebla quizás encuentre las puertas abiertas. Trastabillar no es tan grave si al final del ocaso espera la verdad agazapada, punzando, quitando la respiración.
Este cuerpo inerte debajo mío no es más que una excusa para evitar la nada, pero parece particularidad del vacío el hacerse más grande al querer sortearlo.
Invitaciones a la sombra, invitaciones epistolares que cumplen todos los requisitos formales del hastío. Como querer hacer la revolución desde un hotel cinco estrellas. Como querer acabar con la soledad refugiándose en los libros.
Prohibir las palabras, arremeter contra el diccionario, contra la gramática, asesinar la ortografía, la coherencia. Este lenguaje cementerio no me permite decirte. El signo me crucifica. El verbo me define y me arranca las cuerdas vocales.
Quiero cruzar el puente, pero solo puedo decir que quiero cruzarlo mientras me mantengo acá, estática, observando lo que va y no viene, lo que se va y no me lleva.
Yo creía que hablaba en la madrugada, cuando en realidad ella hablaba a través de mí. Triste marioneta vomitando letras sobre papeles tan efímeros como el momento del alba. Nada de lo que digo es mío.
La felicidad no me salió por la boca ni me entró por la nariz, y la rueda sigue girando.
El amanecer siempre es torniquete para los que queremos ver lo que no se puede ver.
Era la noche. Era la vida. Era tanta vida exhalando muerte.

viernes, 3 de febrero de 2012

A fin de cuentas, sos la noche y te tengo miedo. 
No puedo mirarte a los ojos sin querer eternizarte en mi altar, pero es sabido que todos los simples mortales tememos a los dioses casi tanto como a las palabras y a las miradas. 
Sos el puñal y la herida, sos la sangre que brota de mi garganta cada vez que pronuncio tu nombre, ahogándome.
Poco importa. Beber veneno también calma la sed. ¿Me permitirías lamer tus pies?

viernes, 27 de enero de 2012

Llega un momento en el que las voces se extinguen, el rumor de la ciudad se apaga y todo parece estar bien. Pero no, las cosas solo pueden estar en orden para aquellos que aún no se dieron cuenta de que millones de vidas eternas jamás alcanzarían.
Me miro en los cristales rotos y pienso si esto soy yo, si este cúmulo de piel y huesos realmente tiene algo que ver conmigo. ¿Podrá leerse en mi espalda la fascinación que me provoca la noche? ¿Se ve en mis manos que no creo que haya algo más perfecto que el silencio?
La primera vez que contemplé el amanecer, la primera sonrisa que devolví con ganas, el dolor desgarrador en el pecho ante el primer contacto con la muerte, la primera vez que no pude poner en palabras lo que llevaba dentro, momentos perdidos en el cosmos, eternidades que palpitan en algún lugar lejano.
Cuando yo me vaya, cuando solo quede de mí una biblioteca que me alimentó desde el nacimiento y una guitarra que me salvó de morir de insomnio, cuando ya no pueda dar el paso hacia los brazos que siempre me estuvieron tendidos y nunca tuve el coraje de corresponder, cuando los crepúsculos se sigan sucediendo uno tras otro sin añorar mi presencia, ¿dónde podré encontrarme?
De nada sirven estas hojas malgastadas. No puedo salvarme del tiempo.

jueves, 5 de enero de 2012

Me mirás desde el crepúsculo,
allá, del otro lado, o quizás
del otro tiempo.
Todo se confunde mientras la oscuridad cae
y otra vez olvido darle cuerda a los relojes.
Claro que no es casual
este desdén por el minutero y su sonata de tic-tacs.
Tampoco es casual que la nostalgia
llegue justo cuando tu nombre
se me cruza entre párpados y oídos,
entre la borra del vino y el humo.
El suplicio eterno de recordarte
en cada detalle, en esa nimiedad
que cae como un relámpago
y me retuerce.
Esta humanidad que ya no tiene identidad
ni, mucho menos, fundamento
dejará de buscarte debajo de las copas
y dentro de los armarios
cuando el eclipse así lo dicte
y los ciclos lunares ya no importen,
ni tampoco los lunares
ni tampoco los perfumes.