miércoles, 21 de diciembre de 2011

Melodrama matutino, desayuno amargo,
tus palabras y los bizcochos húmedos,
tus reproches y el reloj.


Y otra vez, y de nuevo
cantando en el amanecer
porque quizás alguna melodía
pueda hacerte callar, y así tal vez
este cuarto de hora,
aquella eternidad,
logren ser más que un mero deslizarse
entre mis ganas y tus nadas,
entre mi anhelo y tu antifaz.


Es hora, la rutina, se hizo tarde.
Probablemente cuando vuelvas
o cuando yo pueda regresar de mi vuelta eterna
nos encontraremos en la misma mesa,
en el mismo altar,
para volver a ser dioses disputando
las razones que no tenemos,
buscando los silencios, los respiros,
los boletos de ida,
los nunca jamás.

martes, 13 de diciembre de 2011

¿Se romperá el caparazón?
La primavera a mis pies,
el mundo llamándome,
la sombra perfecta.
Armaduras, muros, corazas,
hechos de palabras y silencios
(o quizás sean lo mismo).

Se arrastra el tiempo debajo de mis pies,
se arrastra y me suplica.
Fulgura su llanto entre tanta certeza.
Se arrodilla y me pregunta
¿cuánto falta, por favor, cuánto falta?
El tiempo quiere llegar.
Yo quiero ver la noche.

Libros, números, paroles, estrellas,
alcohol, intriga, humo, guitarras,
pero nada alcanza.
Lo que espero no se puede nombrar.
Está detrás de la luna.
Está afuera del caparazón.
Está al alcance de la mano.

Me quiero ir, anhelo el adiós.
Que la armadura se oxide,
que el crepúsculo deje de importarme,
que la noche me deje libre.
No quiero mirarte de nuevo a los ojos,
ni verme en ellos,
ni saber quién soy.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Este velo sobre las fauces del alma,
esta noche decidida a quebrarme la voz,
estos pretéritos convertidos en pretextos,
este cúmulo de indescifrables mensajes,
esa necesidad de pisotearme las entrañas,
estas ganas de tener voz,
esta ruina en la que me convertí,
esta soledad que me sofoca,
esa partitura resquebrajada,
este guión imposible de seguir,
esa rectitud que nunca alcanzo,
esa sobriedad que anhelo,
este papel que quiere decir lo que no grito,
este momento
eterno.
Esta cabeza que se agacha
para que así me puedas nombrar
sin miedo de encontrarte con esto que soy.
Esta sonrisa que dibujo
solo para acercarme sin necesidad de sombras.
Ese poema que rompo cada vez que escribo
para que nunca llegues a mirarme
sin el antifaz.

Ha llegado la hora; el mundo me observa,
me tiene entre ceja y ceja.
Tendré que bailar.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Llega la marca en el calendario, el cumplimiento de los trescientos sesenta y cinco días junto con el baldazo de realidad. Llega el día que rememora el momento efímero de felicidad que me agujereó el pecho.
Cada segundo entre estos dos crepúsculos se encargó de quitarme una cucharada de alma, y fui perdiendo el  aliento al correr tras [el lunar de] tu espalda. Por eso quizás siento que no puedo quitarme el sabor amargo después de tanto morder el polvo. 
Después de abdicar ante tu altar, cuesta ponerse en pie, acomodarse los huesos helados y dar el salto. Aunque, claro, es muy fácil pronunciarme en contra de tu recuerdo y descorchar festejos como si nada pasara. Claro que es fácil jugar los juegos de siempre con total desenvoltura.
Lo realmente complicado es entregarme a la literatura sin que algún personaje me deje tu nombre atravesado en la garganta.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El caparazón madura cuando se interioriza el rol del insensible. Empezás a creer en tu mente de anfibio que ya no te importa el dolor de tu alma, esa herida cómica que generalmente sacude el pecho y produce desvelo los días de semana. Pero de repente, en tu suave burla al cosmos, te encontrás en el balcón de un cuarto piso pensando en las banalidades de siempre, y notás que hay algo que te corre por la cara, una sustancia desconocida con un cálido gusto a sal. Entonces te percipitás hacia el espejo y descubrís que no es producto de una pestaña o un insecto que, con las peores intenciones, se introdujo en tu cavidad ocular, sino que el líquido que estás vertiendo por todos lados proviene de un poco más adentro, proviene de darte cuenta de que el reloj está a punto de apuñalarte por la espalda. En un grito desesperado el intento por deshacerte de tu armadura choca contra tus propios linfocitos emocionales; suena la alarma y el caos estalla por doquier. Resulta que estás vivo sin saber por qué.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Hoy un hijo hostil hermanará la horda tras el horror. La historia es histriónica cuando de humildad se trata. Horas heladas tras el humor hereje habremos de honrar sin huir. Hortalizas sin herrajes hartarán el hosco habitáculo. Horrible hedor hiperbólico hurtaremos del hastío. ¿Hincarás tu hocico en mi hoguera cuando haya que hacer de huesos los halos? Holgazán de lo intenso, harás hincapié en tu huidiza honestidad y no hallarás hermosura. No hallarás nada.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Avanza por la avenida eterna el decorador de amaneceres. Vendrá a quitarnos la noche de las entrañas, y a hacernos creer que sólo necesitamos la luz para desenvolvernos en esta vorágine cotidiana. Preparemos las armas, obstruyamos el paso. No podemos permitir el fin de esta luna, porque cuando ella se esconda, cuando se desgarre en pleno día, se desenlazarán las piernas, se partirá el secreto en dos mitades imposibles de volver a encastrar. Con el amanecer vendrán las noticias y las muertes, la súbita sobriedad del par de medias recién lavado y el olor a perfume rancio. No hay preparación posible para tanta realidad.
La soledad de la noche nunca es soledad verdadera. Nunca lo será mientras haya poesía.

jueves, 27 de octubre de 2011

Oscurece, entra la noche por los poros, fluye, se adentra, se adueña, se arremolina en mí. Yo bebo la noche mientras la noche me bebe.
El compás de las sombras que se deslizan por las calles marca mi tiempo. No puedo salir, no puedo mostrarme, no puedo dejar de ser esto que la piel delimita y define.
Se eclipsa el instante tras las palabras. Emerge la necesidad de vida entre tanta muerte. Yo no quiero morirme de tanta muerte.
Pernoctarán los infames y traerán consigo la eternidad. Vendrá la vida a matarnos y nos dejará desnudos, y por fin la sangre dirá algo, y por fin el verbo será libre para que la noche sea noche sin necesidad de nombrarla.

sábado, 8 de octubre de 2011

polvo

Día trescientos mil veinticuatro.
El silencio te envuelve y es tu culpa
por no dar el paso,
por no respirar hondo
y animarte a quitarle
quizás la ropa, quizás las palabras
quizás el miedo.


Día cuatroscientos mil ochenta y siete.
La soledad te patea la nuca y es tu culpa
por seguir estancada
dando vueltas entre sábanas solitarias
enredándote,
ahorcándote,
mirando de lejos, susurrando
lo que deberías cantar.


Día quinientos mil treinta.
Nadie vino a tu entierro
pero todos los que quisimos conocerte
sin que nos lo permitieras
esperamos que ahora
de una vez por todas
te animes
a sentir.


Malditas palabras las que quedaron
en tu garganta
y que ahora, bajo tierra
te seguirán revolviendo las entrañas
por toda la eternidad amén.
Buenas noches, y perdón
por la oscuridad.

martes, 4 de octubre de 2011

Cíclope

Recién te diste cuenta de que te soltaron la mano hace tiempo. De que solo sos una migaja de tierra en el universo. No tenés dónde apoyar la espalda para descansar. No tenés dónde descansar la cabeza para llorar. Y está bien, sos libre. Sos libre pero estás sola. ¿Cuál es el precio de la libertad?
Te prometieron un mundo de rosas, y de repente no había nadie a tu alrededor, estaba oscuro y tenías miedo. Ahora cruzás la calle mirando para los dos costados, cuidando que no te choque el mundo, que la vorágine no te lleve por delante y te arrastre hacia sus fauces.
Te prometieron una infancia eterna, el jardín más verde, la calesita y la sortija. Te prometieron todo y no te dieron nada. Podés subir la escalera, podés saltar al abismo, podés envenenarte hasta la saciedad, y el cíclope no lo verá. 
Dejar de respirar, irte y no volver, esconderte detrás de la puerta para siempre, arremolinarse en eufemismos, es todo lo mismo. La metáfora te ahorca.
Ahora vas a dar el primer paso. Soltá las manitos, chocate contra la pared, rompete la cabeza, desangrate. Soltá las manitos, aprendé a usarlas, ponelas alrededor del cuello del cíclope, y apretá fuerte. Felicidades, cortaste el cordón. Te diste cuenta de que siempre estuviste sola.

sábado, 1 de octubre de 2011

paradoja

Lo paradójico acá es que el rompecabezas está completo mientras le falten piezas. Cuando están todas en su perfecto lugar, cuando no hay un huequito, una llaga donde meter el dedo, la completud se te atraviesa en la garganta y va bajando, despacito, hasta revolverte las entrañas. Quizás tu terapéuta o el taxista no entiendan que cuando él no está, vos todavía tenés esperanzas. Pero cuando lo ves llegar con esa sonrisa de perrito mojado, trayendo el desayuno para dos y el diario con todo lo que uno necesita saber sobre la realidad milímetro a milímetro, se te cierra el estómago y estás más vacía que nunca. La perfección te arruina, te quita las ganas. Tu mundo está completo mientras no lo esté. 

martes, 27 de septiembre de 2011

Algún día quizás entiendas que la distancia no es cuestión de kilómetros. Es, por ejemplo, este sentarme al lado tuyo y que tu mirada -la de verdad- se desvíe hacia la ventana y volvamos a la rutina del desayuno de mate con cigarrillo porque ya no queda ni para pan duro.
Yo venía desde un tiempo muy lejano solo para encontrarte. Yo venía de mi soledad. Yo quise salirme del espacio.
Vos venías de un silencio interminable, gritándome que te hablara.
Hoy te nombré y no escuchaste. Hoy te dije que la crueldad es tu espalda mirándome de frente.
Me pediste tantas palabras que no tengo, sólo para guardar las que no te di y correr en dirección contraria.
Hoy te nombré porque no me reconocí en vos. Hoy vos sos el silencio que te envuelve y que me escupe la cara. Hoy vos sos yo, y tenés miedo.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Aplaudan el desfile de entes primaverales, bailando alrededor de la abarrotada realidad, como si no existiera. Sáquense el sombrero ante el solemne transcurso de la idiotez y su estandarte. Compren, queridos súbditos, su felicidad; está al alcance de la mano. Alcen sus cabezas y podrán liberarse en la danza, siempre y cuando no noten los hilos con que los movemos. Sí, podés estar convencido, esto es lo que vos querés, no le des más vueltas. Tenés un auto y una novia alta y rubia, el asado los domingos y la rutina perfectamente planeada. No te salgas jamás el esquema, podés perder todo. No se te ocurra decir una palabra de más. Ni de menos. Está todo en el guión, no te preocupes. Nosotros nos encargamos de todo. Sonreí. ¿Qué estás esperando? ¿Cómo que no te divierte este gran espectáculo? Señorita, usted acaba de firmar su carta de renuncia ante el mundo. Puede refugiarse en el rincón. No se moleste en gritar, su agonía no puede perturbar nuestra felicidad. Hemos tomando todos los recaudos y hemos dejado a todos sordos y ciegos, y debo decir que no han presentado resistencia. No se moleste, no van a despertar; solo nosotros, los hipnotizadores, controlamos este sueño mágico. Más colores, por favor. ¡Atención! Creo detectar un esbozo de pensamiento. Soldado, córtele la cabeza. ¡Nos hemos salvado!

viernes, 16 de septiembre de 2011

Yo quiero que me vengas a buscar y me llenes de lujuria. Que el elixir de la soledad se maldiga a sí mismo y se trastoque en música abismal. Que seamos un relojito sin cuerda, marcando el compás con los destellos que broten de las innumerables lenguas. Que seamos.
Buscame en la oscuridad de la noche, acurrucada en el último rincón del silencio, con las palabras escondidas en el pecho, emergiendo de a poco en un grito eléctrico.
O no me busques. De todas formas he de morir lamiendo tus manos
otorgándote perfecciones
arrancándote la piel en los susurros.
No olvides abrir la ventana esta noche. Quizás sea yo quien pueda buscarte, convertida en una sombra atroz, en el significante que se oculta ahí, en el fondo del deseo que pisoteás durante el día. Pero la noche no tolera mentiras. Está llegando la noche. Está llegando.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Te está envolviendo.
Te está devorando.
El Verbo maldito sube por tu espalda
y se enreda en tu cuello
abriéndote la boca,
sacudiéndote la lengua
y de ahí hacia el centro
y más abajo.
Te está carcomiendo.
Te está siendo.
El Verbo maldito te está diciendo
que digas que no dice nada.

domingo, 4 de septiembre de 2011


Es la eternidad del vacío recorriendo mi espalda, diciéndome que existo pero que no vale la pena. Inhalá, exhalá, eso es todo, el aire circulando por tu cuerpo, que no es aire sino oxígeno, y todos los procesos que suceden en tu interior, en esos pequeños pedazos de vos que son células que de a poco se van muriendo, desde que nacen se van muriendo. Como todo. Salvo el alma, si es que existe. De todas formas, su existencia no es de mayor importancia. Básicamente lo que por milenios se ha llamado alma es una mezcla de sentimientos, pensamientos y carácter (que al fin y al cabo es una conjunción de los dos anteriores). Quizás sea esto o quizás sea otra cosa. Quizás no sea.
Lo importante del asunto es que, sea lo que sea, no recorre el mismo trayecto lineal que la materia que hemos dado en llamar nuestro cuerpo, que desde que empieza a ser también empieza a dejar de ser. Ser para dejar de ser. Amar para dejar de amar. Reír para dejar de reír. Vivir para dejar de vivir. Escalofriante suceder de pesimismos que se amotinan en la puerta por donde debería entrar la alegría, el júbilo de dejar de ser, pero siendo. Patético estancamiento. Pienso, luego existo, luego no pienso, luego no existo. Luego quizás no haya más luego, y yo desperdicio el instante detenida en el pensar que si existo, por pura lógica, voy a dejar de existir.
Y así fue como existimos todo lo que duró la eternidad del momento, riendo, durmiendo en ese abrazo que pensé que duraría por siempre, porque estaba sumergida en lo más profundo del continuo presente y no en la mera contemplación de la fugacidad, del acontecer caótico en el que se arremolinan los ires y venires de todo esto que fuimos. Efímero momento de calma el despertar y encontrarte al estirar los brazos, al sentir una pierna por acá, la cálida respiración. Efímero momento en el que podía comprobar empíricamente tu existencia, y sanseacabó. De nuevo los brazos que no encuentran sus semejantes, que encontraron para dejar de encontrar.
Podría decir que te perdí, pero sólo sería una enunciación vacía, como lo que acabo de decir, y todo lo que continúe diciendo con estas palabras que nada tienen que ver con lo que realmente está ahí afuera. Como decir que el cuerpo es el que vive este presente que avanza irremediablemente hacia un futuro de desaparición. Como decir que el alma, esas partículas exóticas, a veces se atascan en el pasado y te retuercen hasta que la agonía te hace creer que todo está bien, que es así y que para qué darle vueltas al asunto si al fin y al cabo el abrazo estalló en mil pedazos y solo queda juntar los trocitos para atesorarlos y contemplarlos por lo que quede de vida en tus células, o pisotear el abrazo roto y seguir siendo, así, a medias, como quien ganó para perder(te).

jueves, 4 de agosto de 2011

No reconocerse en el espejo nunca es una buena señal. Será que tanta soledad termina surcándome la cara, y el silencio nubla la vista, o será que las imágenes no saben quiénes somos, quiénes fuimos, cuánto amamos.
¡Cuánto te amé! Ni siquiera las palabras pueden entenderlo. ¿Por qué esperar más de mi reflejo?
Cuánta felicidad me metiste a hachazos en el cuerpo, y ahora cae gota a gota por mi espalda. Ni siquiera puedo hablar de espaldas. Ese lunar.
Quisiera arrastrarme. Sí. Sólo eso. Arrastrarme de crepúsculo en crepúsculo, gritando que mi vanidad siempre fue en vano. Que sólo tu mano me conoce (no importa si la derecha o la izquierda; ellas comparten sus secretos). Que estuve a punto de sacarme el armadura y regalártela en señal de todo eso que ahora parece una mentira. Que ya no hay forma de que vuelvas a dormirte mientras el eclipse de luna nos da las buenas noches. Que todo se convirtió en eclipse desde que me fui, aunque me haya ido sin irme y en realidad vos te hayas ido cuando me fui.
Cómo me gustaría volver y quedarme. "¿A qué te vas?". ¿Por qué me fui? ¿Por qué desde que me fui sólo quiero volver? Volver, volverte, volvernos, volveré, volverás, mentira, ser, quiero, tenerte, hola, amarte, yo, vos, no, claro, entiendo, extraño, te, necesito, te, contame, decime, nombrame, armame. Armanos. No me gusta este rompecabezas. No puedo encontrar la pieza de tu lunar para volver a ponerlo en tu espalda y por fin volver a dormir, que mis ojos se cierren viendo tu lunar, que mis ojos se abran y que esté ahí, señal de que estás ahí y yo también estoy ahí y por fin estamos de nuevo donde (digo yo que) tenemos que estar.
Pedime
que
vuelva.

lunes, 25 de julio de 2011

No es que quiera olvidar.
No es que crea que se puede olvidar.
No es que te extrañe.
No es que sienta que signifique algo
aglomerar palabras
en este espacio y tiempo
para que signifiquen
lo que nunca han podido
ni podrán
significar.
Es solo que, 
de repente,
pensé que quizás,
entre líneas,
podría deslizarse un poco
de todo este nudo
que se arma en mi mente
(y también en otras partes del cuerpo
que todavía no han podido localizar
ni los más eminentes científicos
ni los más incoherentes poetas
ni, mucho menos, yo
que no soy ni esto ni aquello).
Y entonces todo eso que ya dije
podría golpearte la ventana
(o la puerta, o la frente)
y podrías sonreír
(sonreírme)
como si supieras
lo que significa.

lunes, 27 de junio de 2011

Ella pasa sus días vagando entre peatones que se apresuran para llegar al final. Mira a su alrededor y solo puede ver un mundo cuantificado, petrificado, mudo. Seres cuya máxima preocupación consiste en contar los segundos, las sonrisas, los silencios, el día, las monedas, las personas, los sentimientos. ¿Cuánto me querés? Quereme más. Ella sabe que no quiere amar con raíces cuadradas y binomios tan cuadrados y tan perfectos que repugnan.
No pensar en qué tiempo verbal se conjugan sus soledades y sus placeres. Ella quisiera descorchar su alma y entregarse al fluir del viento sin medir su velocidad.
La vida es poesía. Está llena de poesía. Pero la gente solo quiere matemáticas.

lunes, 20 de junio de 2011

Mensajes

I
La luz se refleja inexorablemente en los colmillos de tu figura. No llores, que el sol no quema las campanas. Mañana verás que el ruido de la tinta y el tintero no son más que la noche.

II
Pisa su cabeza sin piedad, que la noche es larga. Silencio, silencio. Arcángel de los muertos de nostalgia. Nunca más he de ser yo ni tú ni nada. ¡Sonríe!

III
Inframundo ruin, guitarra sin pausa. ¿Cuál es la causa de tu desamor sin fin? El loco atina y cae, frena, cambia. ¡No lo mires! Quinientos ojos de halcón en tu ventana. Piel y huesos sin más. ¡Qué más da! La muerte no repara en gastos.

IV
La luz no vuelve, el sol no está. Nada es nada. ¡Claro! Y sí, si se diseca el alma y nada queda para comer. Qué silencio el frío; qué calor aquí. Nada perece si no hay castigo. ¿Y para qué castigar? Si nadie entiende. ¿Entonces? Entonces nada. Nada de nada.

V
El pintor ya no pinta porque no tiene manos. Se escondieron de su luz. Y la gente llora por él. ¿Él es ella?

VI
¿Con qué limita tu piel? Hay silencios que son dioses. A veces mejor disfrazarse y saltar.

VII
El cielo no enciende si no hay fósforos para meter en la alcancía del Señor Reloj. Final, ¿y qué pasa? Nada pasa, nada queda, nada es nada y no hay más que hacer. Bla, bla, bla. El mundo habla al respirar. ¿Quién ha de ser el mártir que ponga la espalda cuando en el código ya no entre ningún dios?

VIII
Gota a gota se desangra la quimera en que nos sumergimos aquella vez. Tus ojos ya no se mueven, pero reís. Estático, todo. La muerte no es nada si las miradas de las hadas no encuentran tu balcón. Volar... ¿Quién vuela?

IX
Siempre me robaste los mejores versos, voces, besos, ecos, llantos. Papeles con tu nombre, tu boca, tu paz, tu sonrisa. No te demores en mí.

X
Duele el golpe del que cae sin saber que se había elevado. Todo está lleno de divinidad, pero nadie lo puede contemplar. Dejarse caer, dejarse morir. Dejarte ir.

domingo, 15 de mayo de 2011

Qué hermoso que fue. 
Encontrarte por casualidades
 y causalidades, 
destinos y elecciones.
Contarte secretos que me había olvidado.
Contarte.
Escuchar secretos, todos para mí.
Revolverte, inventarte.
Decirte. Sobre todo decirte.
Y no haberte dicho nada.
Releer los signos
que me dijiste
como quiero que me los digas.
Crear lo que no me dijiste,
lo que nunca me vas a decir,
lo que querés decirme
y no me decís.


Qué hermoso que fue.
Despertarme con vos alguna vez,
y seguir despertándome sola toda la eternidad.
Pero que, de alguna forma
u otra,
sigas al lado mío
cada vez que despierto,
aunque no quiera despertar,
aunque quiera que estés a mi lado
cuando despierto y te tengo
sin tenerte.
Y volver a dormirme
como si estuvieras,
como esas veces que estuviste
y seguirás estando
aunque no quieras.


Qué hermoso que fue.
Internarme entre calles
que pensé que eran mías
porque realmente lo eran.
Y darte la mano
al cruzar avenidas
que no sé si existen
(porque seguramente no existen)
pero tu mano
estaba
en el silencio de la noche,
en la tormenta del día,
en el augurio de la muerte
de lo que es
y después no es
porque nada vuelve
nunca.


Qué hermoso que fue.
Mirarte dormir,
fumando.
Esforzarme por recordar imágenes.
Recordarlas, recordarte.
Saber que existías
sin importar si realmente existías.
Sin importar.
Esforzarme por recordar la voz
que me decía
que estaba ahí
en esa realidad
que era lo único que importaba.


Qué hermoso que fue.
Encontrarte,
sonreírte,
hablarte,
sentir besar amar
te.
Y perderte
sin perderte
porque cada vez que te pierdo
la presencia se vuelve más real
y me acompaña 
y me dice 
y me escribe
y me deja encontrarte
sin necesidad de que existas.

lunes, 9 de mayo de 2011

De ahogo

Qué lindo estar acá y que estés cada vez más lejos y (hacer fuerzas para) odiarte de verdad y morirme si me sonreís. Qué bueno que no me sonreís así no me muero. Qué feo morirse sin sonrisas. Qué feo que se vuelva rutinario el querer que me sonrías y el querer que me digas algo, aunque sea que me digas que no, aunque sea que me digas que tus sonrisas no me buscan. Qué lindo cómo podría invitarte a que me hables. Los silencios matan más que las palabras; las sonrisas matan más que los silencios, pero matan más lindo.
Y no hay verdad que no haya sido elaborada en mi mente y puesta en tus labios y repetida por eternidades. Ventrílocua de tus palabras, vagando entre calles que no me esperan, buscando un reflejo de casualidades que te ponga enfrente mío, pero no solo enfrente, sino de frente y sin más.
Sin más me voy. Cuanto más lejos, menos se nota la ausencia. La física no entiende nada de la soledad, empeñándose en poner los espacios como excusa del frío. Yo entiendo de qué se trata. Duele menos la distancia que la distante mirada. Duele menos la física que la poesía.

Duele menos, pero duele igual.

Las religiones que inventamos se vuelven anclas. Yo te construí un altar en mi imaginación. Te construí un altar pero no a vos. Te construí. Me estoy ahogando.
La fe no se discute. No te quiero, y sin embargo.

martes, 15 de marzo de 2011

    Seguirte, cruzar el desierto, océanos, atravesar el tiempo, darte la mano, alejarme a través de milenios, alejarte. No te alejes, por favor. Dejame acercarte en mi imaginación, traerte a primer plano, respirarte, decirte que no te alejes, que no existe el espacio, que todo es nuestro si estamos en ningún lugar, que podemos.
    Chispas, cenizas. Encenderte. Sacarte de mi mente, hacerte de carne y hueso, tocándome y sonriendo. Apagá las luces, que quiero sentirte, que quiero pensar que si el tiempo no existe quizás podamos. Quiero pensar que si hay otras vidas, una y otra vez nos encontraremos en esa guarida en la que nos dimos de comer, en la que nos dimos las buenas noches y los buenos días y los buenos besos que circularán por siempre en algún lugar que no existe, que vendrán a la memoria dos segundos antes de dormir, dos segundos antes de la muerte.
    A veces vuelvo, pero no estás. No querés estar. No querés, porque sabés que podemos. El miedo al fracaso que sucede a la gloria se apodera de tus sentidos, porque sabés que podemos. Y está bien, te perdono. Te redimo y te condeno a ser eterna en mi mente. Te condeno a enseñarme a no crecer nunca, a vivir en sueños. Te condeno a morir y renacer en mis momentos de silencio. Te condeno a saber que te estoy pensando.