sábado, 8 de octubre de 2011

polvo

Día trescientos mil veinticuatro.
El silencio te envuelve y es tu culpa
por no dar el paso,
por no respirar hondo
y animarte a quitarle
quizás la ropa, quizás las palabras
quizás el miedo.


Día cuatroscientos mil ochenta y siete.
La soledad te patea la nuca y es tu culpa
por seguir estancada
dando vueltas entre sábanas solitarias
enredándote,
ahorcándote,
mirando de lejos, susurrando
lo que deberías cantar.


Día quinientos mil treinta.
Nadie vino a tu entierro
pero todos los que quisimos conocerte
sin que nos lo permitieras
esperamos que ahora
de una vez por todas
te animes
a sentir.


Malditas palabras las que quedaron
en tu garganta
y que ahora, bajo tierra
te seguirán revolviendo las entrañas
por toda la eternidad amén.
Buenas noches, y perdón
por la oscuridad.

2 comentarios:

COCO dijo...

No suelo comentar un poema. La verdad nunca lo entiendo. Este, sin embargo, no solo lo entendí (aunque supongo que sabemos que el entendimiento es una categoría conceptual y nada más)sino que me emocionó.
Me tomaré el atrevimiento de seguir husmeando tu blog.

Saltamontes dijo...

Muy amable su comentario. Siéntase con la libertad de frecuentar este espacio tanto como guste. Por mi parte, rondaré los suyos, que ya estuve hurgando.