sábado, 30 de mayo de 2009

Una mezcla de ideas, sin saber para donde correr. ¿Sobre qué escribiré esta vez? Ya te gasté en mis palabras; tu nombre empalaga. Vos, yo, tus manos, los besos, la luna, la música, el silencio, la lectura, tu voz, tus pasos, caminatas, esperas, discusiones, verborragia, sonrisas, más silencio, miedo, más besos, adiós, soledad, nostalgia, recuerdos, melancolía, vos, yo, por separado. Infinidad de cuestiones enunciadas. Ya no sé qué escribirte.

miércoles, 27 de mayo de 2009

22-05-09

Sonrisa hermosa que esboza en prosa una mano que no roza tu beso. Besos en vasos y versos en trazos. Cuesta al casto este rito nefasto. Toma mi aroma y asoma tu idioma en mi doma de instintos. Pinto y desvisto. Saluda la duda que ayuda a tu luna a dejarme. No te tendré al despertarme.

viernes, 22 de mayo de 2009

20-05-09

Podría abrazarme a tu corazón flamígero hasta desvanecerme, e ignorar tu insidia melancólica. Pero tus ojos me amedrentan, y en un gesto ávido me alejo, intentando existir sin tu existencia. Ya se gastan las lágrimas, los rostros, los oídos. Ya se gasta el papel de borrarlo. Hasta luego no es más que un disfraz. Pronto escaparán raudamente mis pasos, dejando atrás mis pies. Quizás el viento me quite el alma y la cólera arraigada. Quizás no pase nada más que el tiempo y todo siga siendo inmune a tus palabras. Pero un mañana que no viene hará que la aurora realmente me despierte de estos miles de años (o segundos) de flagelos, y haré un nudo en mi garganta, por si me olvido de olvidar.
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Micaela se fue a Gualeguay :)
(Y al volver, a mi querida ciudad contaré, a los amigos que un día dejé, esta aventura simple. Voy a mentir, cuando les diga que ya superé, que nunca hubo dolor en mi piel, que nada tuyo existe, nena).

miércoles, 20 de mayo de 2009

Tus manos en mi cuello...
...tu cintura...
Eterno, pero irreal.

domingo, 17 de mayo de 2009

No hay sombra en el espejo

No es la primera vez que escribo mi nombre, Renato Valenzuela, y lo veo como si fuera de otro, alguien lejano con el que hace tiempo perdí contacto. En otras ocasiones, frente al espejo, cuando termino de afeitarme, veo un rostro que apenas conozco, como si fuera un borrador o una caricatura de otro rostro, al que estoy más o menos habituado. Entonces pienso que esa mirada no es la mía, que esas pupilas de rencor no me conciernen, que esas arrugas pertenecen a otra máscara, que esos fiordos de calvicie no se corresponden con mi geografía capilar. Es cierto que tales dispersiones suelen ser momentáneas, metamorfosis que duran lo que un suspiro, pero siempre me dejan inestable, desasosegado, indefenso. Es por eso, Renato Valenzuela, que tal vez ha llegado el momento de ajustar nuestras cuentas. Con el tiempo, con el pasado, con las heridas, con las promesas, contigo/conmigo. Todas. No caigamos en la vulgaridad de achacarle todo a lo ignominoso de la borrosa infancia. Allá quedó, detrás de la neblina. Mis recuerdos se dejan ver a través de un vidrio esmerilado llamado memoria. Te veo desnudo en el campo, bajo una lluvia que no discriminaba, los flacos brazos en alto, gozando de esa felicidad inaugural, que por cierto no volvería a repetirse, al menos con esa intensidad.
Te veo niño, asombrado ante el raro espectáculo del peoncito que fornicaba (vos creías que jugaba) con alguna oveja, pasiva e inerte, por supuesto ausente de aquella violación antirreglamentaria. Tu adolescencia fue un sueño. Soñabas incansablemente y cuando por fin yo despertaba vos seguías soñando. Con bosques, con olas, con pechos, con soles, con hambres, con manos, con muslos. Tus sueños eran de deseo y mis vigilias eran de censura.
A menudo surge algún sabio de pacotilla, capaz de asegurar que el espejo siempre es honesto. Mierda de honesto. El espejo es un farsante, un traidor, un ladino. Ese Renato Valenzuela que está ahí, mirándome socarrón, pálido de tanto insomnio, es un remedo frágil de mí mismo, un facsímil sin sangre, una cosa. ¿Dónde está, por ejemplo, el latido de mis sienes, el corazón rebosante de logros y fracasos, las manos que no son garras sino proveedoras de caricias?
La estampa del espejo es lo que no quise ser: un fantoche gastado que convoca a la muerte. Por esos falsos ojos circulan escombros de deseos, que ya ni siquiera puedo vislumbrar y menos aún rememorar. Ese Renato Valenzuela es un epílogo del Renato Valenzuela que digo ser. Que soy. ¿O no? ¿O será acaso, este yo de carne y hueso, el pobre duplicado del que se mueve en esa luna? Dijo el poeta: "El mar como un vasto cristal azogado / refleja la lámina de un cielo de zinc". ¿O acaso estará más cerca de lo que dice en la estrofa siguiente: "El sol como un vidrio redondo y opaco / con paso de enfermo camina al cenit"?
¿Dónde está, en esa copia servil que es el espejo, el veinteañero aquel que sedujo a Irene, o sea el seducido por Irene, el que tembló como una vara cuando ella lo enlazó con sus brazos de enigma? ¿Dónde quedó el que besó y besó aquel cuerpo indescriptible, se sumergió cándido en él, feliz sin asumirse, volado en el amor?
No hay sombra en el espejo. La sombra es de los cuerpos, no de las imágenes. Mi hijo Braulio tiene seis años de sombra. Nunca lo pongo frente al espejo, para que no la pierde. Irene, en cambio, ya no tiene imagen. Ni sombra. Se la llevó el espanto. Hay finales de paz, de dolor, de inercia, también de espanto. El suyo fue de espanto. Sin embargo, en los ojos del espejo no está su muerte. En los ojos de mí mismo si lo está. Es imposible desalojarla, omitirla, extraviarla.
Mi hijo me mira con los ojos de Irene. Un río de tristeza circula por mis venas, pero me he olvidado de llorar. Con mis ojos y con los del espejo. A Braulio no lo traigo al espejo para que no se gaste, para que no empiece, tan niño, a envejecer, para que siga mirando con los ojos de Irene.
Aclaro que todo esto es de un pasado. Reciente, pero pasado. Reconozco que hoy tuve una sorpresa. Como todas las mañanas me enfrenté al espejo y le hablé. Le hablé y le hablé. Creo que hasta le grité. De pronto advertí que la boca del espejo permanecía cerrada. Volví a hablar, lo insulté. Y nada. Sus labios no se movieron. Curiosamente, su mirada era de retroceso. Entonces sentí que me inundaba un extraño regocijo, un esbozo de felicidad. Y no era para menos. Por primera vez lo había dejado mudo. Por primera vez lo había derrotado. Inapelablemente.
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Mario Benedetti
14/09/1920 - 17/05/2009

sábado, 16 de mayo de 2009

La ausencia se transforma en nudo en la garganta, que se transforma en lágrimas, que se transforman en entrada de blog que no dice nada, como esta que estás leyendo.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Creo que estoy volviéndome loca por no poder ser yo. Pero no sé quién sería si realmente fuera yo. Tampoco me alarma demasiado.
Quien esté seguro de quién es en verdad, que me lo notifique. Nos debemos una charla.
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"Se despidieron para siempre. No se dieron cuenta" (David Herrendorf)

martes, 12 de mayo de 2009

Definiciones

Melancolía: Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.
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Estado permanente en el que me sumerjo. Quinientos mil recuerdos, en su mayoría inventados, que me acompañan, y me ayudan a hundirme un poquito más. Quinientas mil situaciones, que no van a suceder nunca, con las que juego en mi mente, y hasta creo que sonrío. Quinientas mil palabras en mi mente, para decirte, para que vuelvas, que ahí se van a quedar. Quinientas mil lágrimas; quinientos mil escombros de sueños.
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Te agradezco infinítamente por esto. No sabés cuánto.

lunes, 11 de mayo de 2009

Falta de Comprensión (namber uan)

La ventana no deja entrar la luz. Pero nadie afirma que la luz exista. Tal vez por eso el alma ya no vuela, si las alas se esfuman como el óleo que ha de cubrirte en tu entierro. Velas, velas. Todo cambia según la luz con que se mire. Y si, si todo es nada y la nada vive en tu pecho, es toda tuya, es toda oscura. La voz del aura es tu cuna y tu velo, pero ya no ves, ya no sos. Ya te dejaste engañar.

jueves, 7 de mayo de 2009

19-04-09

La cólera en tus ojos
me estremece hasta el fin.
Inmenso, como el verbo,
es el velo azul que te cubre.
Déjame volar,
calla y déjame seguirte
por el camino oscuro.
En tu cerradura
reposarán mis noches
y mis errantes voces.
No aclames la aurora,
pues tendré que partir.
La luna ha de gobernarnos.
Quiero reírme del vacío
que se genera en mi
al escuchar tu nombré.
Háblame y arderé,
para no volver.

lunes, 4 de mayo de 2009

Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Fragmento del capítulo VII de la Parte 2.

Como le sucediera al regreso de La Vaubyessard, cuando las cuadrillas giraban en remolino dentro de su cabeza, sentía una melancolía gris, una desesperación soñolienta. León reaparecía más alto, más guapo, más suave, más vago; aunque se hubiera ido, estaba allí, no la había dejado, y las paredes de la casa parecía que guardaran su sombra. No podía separar su mirada de aquellas alfombras por las que había andado, de aquellos muebles vacíos en los que se había sentado. El río corría siempre y empujaba lentamente sus pequeñas olas a lo largo del ribazo resbaladizo. Ellos se habían paseado por allí muchas veces, oyendo aquel mismo murmullo de ondas, sobre los guijarros cubiertos de musgo. ¡Qué buenos cielos soleados habían disfrutado! ¡Qué buenas tardes, a solas, en la sombra, en el fondo del huerto! León leía en voz alta, con la cabeza descubierta, sentado en un taburete de palos rústicos; el viento fresco de los prados hacía temblar las páginas del libro y las capuchinas de la glorieta… ¡Ah, se había ido él, el único encanto de su vida, la única posible esperanza de felicidad! ¿Cómo no se había agarrado ella a aquella dicha, cuando se le ofrecía? ¿Por qué no haberle retenido con ambas manos, de rodillas, cuando quería irse? Y se maldijo por no haber amado a León; tuvo sed de sus labios. Sintió deseos de correr a reunirse con él, a echarse en sus brazos, a decirle: “¡Soy yo, y soy tuya!”. Pero se sentía cohibida por anticipado con las dificultades de la empresa, y sus deseos, aumentados por un remordimiento, se volvían por ello más activos.

viernes, 1 de mayo de 2009

Anoche soñé con vos. Estaba todo bien, y de repente desaparecías. Me desesperaba buscándote. Como siempre.
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"(...)¿quién no podría corroborar por su propia experiencia que en las creaciones y urdimbres del genio de los sueños suele manifestarse una profundidad e intimidad del ánimo, una delicadeza de la sensación, una claridad en las intuiciones, una finura de observación, una justeza en el chiste, tales que modestamente admitiríamos no poseerlas como propiedad constante en la vida de la vigilia? El sueño tiene una poesía maravillosa, una alegoría certera, un humor incomparable, una ironía refinadísima. Contempla el mundo bajo una luz peculiarmente idealizadora y suele potenciar el efecto de sus manifestaciones gracias a una comprensión más perspicaz de la esencia que ellas tienen por base. Nos representa la belleza terrena con un fulgor verdaderamente celestial, lo excelso con majestad suprema, lo que por experiencia tememos bajo la figura más horripilante, lo ridículo con una comicidad indescriptiblemente total; y hay veces en que, ya despiertos, una cualquiera de esas impresiones perdura con tanta plenitud en nosotros que damos en pensar que el mundo real nunca nos ha ofrecido nada semejante".
Hildebrandt