La cólera en tus ojos
me estremece hasta el fin.
Inmenso, como el verbo,
es el velo azul que te cubre.
Déjame volar,
calla y déjame seguirte
por el camino oscuro.
En tu cerradura
reposarán mis noches
y mis errantes voces.
No aclames la aurora,
pues tendré que partir.
La luna ha de gobernarnos.
Quiero reírme del vacío
que se genera en mi
al escuchar tu nombré.
Háblame y arderé,
para no volver.
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