sábado, 5 de noviembre de 2011

Avanza por la avenida eterna el decorador de amaneceres. Vendrá a quitarnos la noche de las entrañas, y a hacernos creer que sólo necesitamos la luz para desenvolvernos en esta vorágine cotidiana. Preparemos las armas, obstruyamos el paso. No podemos permitir el fin de esta luna, porque cuando ella se esconda, cuando se desgarre en pleno día, se desenlazarán las piernas, se partirá el secreto en dos mitades imposibles de volver a encastrar. Con el amanecer vendrán las noticias y las muertes, la súbita sobriedad del par de medias recién lavado y el olor a perfume rancio. No hay preparación posible para tanta realidad.
La soledad de la noche nunca es soledad verdadera. Nunca lo será mientras haya poesía.