jueves, 24 de noviembre de 2011

Llega la marca en el calendario, el cumplimiento de los trescientos sesenta y cinco días junto con el baldazo de realidad. Llega el día que rememora el momento efímero de felicidad que me agujereó el pecho.
Cada segundo entre estos dos crepúsculos se encargó de quitarme una cucharada de alma, y fui perdiendo el  aliento al correr tras [el lunar de] tu espalda. Por eso quizás siento que no puedo quitarme el sabor amargo después de tanto morder el polvo. 
Después de abdicar ante tu altar, cuesta ponerse en pie, acomodarse los huesos helados y dar el salto. Aunque, claro, es muy fácil pronunciarme en contra de tu recuerdo y descorchar festejos como si nada pasara. Claro que es fácil jugar los juegos de siempre con total desenvoltura.
Lo realmente complicado es entregarme a la literatura sin que algún personaje me deje tu nombre atravesado en la garganta.

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