viernes, 16 de septiembre de 2011

Yo quiero que me vengas a buscar y me llenes de lujuria. Que el elixir de la soledad se maldiga a sí mismo y se trastoque en música abismal. Que seamos un relojito sin cuerda, marcando el compás con los destellos que broten de las innumerables lenguas. Que seamos.
Buscame en la oscuridad de la noche, acurrucada en el último rincón del silencio, con las palabras escondidas en el pecho, emergiendo de a poco en un grito eléctrico.
O no me busques. De todas formas he de morir lamiendo tus manos
otorgándote perfecciones
arrancándote la piel en los susurros.
No olvides abrir la ventana esta noche. Quizás sea yo quien pueda buscarte, convertida en una sombra atroz, en el significante que se oculta ahí, en el fondo del deseo que pisoteás durante el día. Pero la noche no tolera mentiras. Está llegando la noche. Está llegando.

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