lunes, 16 de agosto de 2010

Habla el ermitaño

El arte de frecuentar el trato humano está basado esencialmente en el hábito (que requiere, por cierto, largo ejercicio) de admitir una comida cuya preparación no inspira confianza. Suponiendo que se vaya a la mesa con hambre, la cosa será fácil (la peor compañía te hará sentir, como dice Mefistófeles), pero no se tiene a mano tal hambre siempre que se necesita. ¡Cuán difíciles de digerir son nuestros prójimos! Primer regla, asirse a su valor con las dos manos, como cuando nos sucede una desgracia, y conducirse animosamente, lleno de admiración hacia uno mismo, apretando la repugnancia con los dientes y tragándose el asco. Segunda regla, hacer mejor al prójimo, por ejemplo, mediante la lisonja, para que se ponga a sudar felicidad por todos sus poros, o bien tomar de una punta sus cualidades buenas y agradables y tirar de ellas hasta sacarle su virtud, a fin de que pueda cubrirse con sus pliegues. Tercera regla, la autohipnotización: mirar a vuestras relaciones como a un botón de cristal hasta que dejéis de sentir placer o molestia, os durmáis imperceptiblemente, os pongáis rígidos y acabéis por tener la debida compostura; esta es una receta doméstica tomada del matrimonio y de la amistad, muy probada y reputada como indispensable, aunque todavía no se haya formulado científicamente. El vulgo la llama paciencia.

Friederich Nietzsche.

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