martes, 7 de diciembre de 2010

Se acerca el río después de millones de años en el desierto. El agua que fluirá quizás no sea más que otra forma de imaginar la sed, pero nada podría reemplazar el que se escurra entre mis dedos hasta llegarme al alma.
He vagado por montañas sin miedo de caer, revoloteado entre tormentas de arena, chapoteado entre las hojas del interminable otoño. Nada de eso es real. Sólo el río que viene, sólo el ruido que lo trae y la sensación que vendrá. Quizás tampoco eso sea real. Quizás nada lo sea. Quizás sólo importe que quiero que el agua sea real, que quiero que el agua me envuelva y me transforme y me deje beber hasta nunca saciar mi sed para seguir bebiendo.
Auroras y presagios, malos augurios, tormentos, ideas. Todo eso. Nada de eso. Todo esto, que no es nada, y después el río que vendrá y será mío en tanto no lo sea, después el río que vendrá y tendrá el nombre con el que te nombro para que me nombres.

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