miércoles, 19 de noviembre de 2008

Derrota

En la colina más alta estoy sentada, esperando el amanecer que parece no llegar nunca. Pasan las horas, pasan los días y los años, pasan los latidos ausentes, pasan las canciones viejas y las fotos gastadas. Pasan las noches y las mañanas, pero no pasa el vacío. No pasa la ausencia.
No me alcanza el tiempo restante para decir lo que quiero decir, aunque ni siquiera lo se. Metáforas milenarias se quedaron en su casillero, sin siquiera intentar moverse. Es la falta de expresión lo que consume este fuego y atenta contra sus cenizas.
Pero, ¿como reaccionar cuando no se enciende la luz esperada? ¿Cuando ya no hay nada que hacer?, ¿cuando ya no hay nada? Ya todos sabemos que estas nuevas brisas de verano no serán lo que eran, no traeran ese alivio para los agobiados, ni la esperanza para los desperanzados.
Que larga es la paciencia de los desesperados cuando esperan... Que triste es el consuelo de los resignados, y que larga la noche sin estrellas. ¿Que paciencia se puede tener siendo una resignada mirando un cielo vacío?
Las horas pasan tan lentas, o tan rápidas, que ya no puedo llevarlas conmigo. No se si es porque pesan mucho, o porque no significan nada. Es que ya nada significa nada cuando no hay razón para significar, para ser.
Si tan solo alguien me enseñara la receta para vivir en paz, y ya no pudiera arrepentirme.. Si tan solo me arrepintiera por no saberlo, y no por mis actos erroneos sabiendo lo que acabo de cometer.
Es tan dulce la derrota cuando ya no hay nada que perder, y tan amarga la victoria cuando llega el momento de caer. Tantas veces cerre los ojos esperando poder ver, ¿pero de que sirve? ¿De que sirve ver sin ver? ¿Ser sin ser? ¿Esperar, aun sabiendo que vamos a perder?

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