martes, 21 de abril de 2009

La angustia en mí
ha de perecer.
Finalmente abriré el cofre,
tomaré el puñal.
Me sumergiré en el cáliz
que contiene el olvido.
Me convertiré en sombra,
en maldad,
para habitar en tu voz
y al fin he de reír,
aunque ya no tenga risa,
ni boca,
ni adiós.

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