Alucinando entre nuevos destellos
me adormezco en esos brazos
que no son tuyos.
No sé su nombre, no importa.
Calmará mis voces,
dejaré de nombrarte
hasta el amanecer.
Luego volverás a mí, sin más,
para despojarme de certezas.
Cubrirás mis ojos de necesidad.
La jaula está abierta,
¿por qué no te vas?
Tal vez el cristal no exista;
tal vez nunca morirás
pero no lo sabes.
Ni esto ni aquello,
ni allí, ni acá.
Pero estás.
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